La Belleza en lo Cotidiano


Oficio de mirar Armando Reverón 



Vivimos un mundo, una cultura, una realidad permeados por la estetización de los valores, la cual sirve casi como único referente de sentido tanto de nuestra vida singular, como de nuestra existencia en colectivo. Sí, esto es así, entonces, ¿qué lugar ocupa el arte, los valores y la ética en este mundo occidental estetizado, en esta cultura estetizada? A nuestro juicio en la actualidad aunque los valores éticos, artísticos han caído en la frivolidad, sin embargo, sigue existiendo en el accionar humano cierto interés, cierta tensión entre el arte, la ecología y la ética con respecto a lo que hemos llamado la estetización de la vida cotidiana y los valores generados por la actividad económica velada por el hiperconsumo.

Es de creer que a pesar de la caída en la frivolidad y cierta desintegración de los valores éticos y estéticos ante lo que hemos llamado la estetización de nuestras vidas, todavía, habitamos, moramos un mundo donde principios como la libertad, el amor, la solidaridad, el reconocimiento del otro, de la otra y el arte siguen estando presentes en nuestro hacer cotidiano y enfrentan a la variada gama de flujos estetizantes que vinculados a la tecnología digital invaden, manipulan y seducen continuamente nuestras conciencias y nuestro inconsciente.


El arte como valor trascendental, como forma de simbolización, el artista como creador de situaciones emblemáticas que produce desconcierto y quiebres en la historia de la humanidad permite el florecimiento de un espíritu vanguardista cargado, todavía, de expresiones y acciones que estimulan e iluminan la imaginación, proporcionando, de esta manera, la posibilidad de que los valores éticos, ecológicos y artísticos no abdiquen ante la presencia arrolladora del mercado, la tecnociencia y lo digital.


La vuelta al mundo. Capitalismo artista, Juan Francisco Ferre 


La estetización de la vida cotidiana se vale de la lógica mercantilista del capitalismo neoliberal, de la apariencia, de la seducción, del neuromarketing y del manejo de nuestras emociones para embellecer el mundo que nos rodea. Nuestro hacer cotidiano, occidental en el siglo XXI parece estar permeado y dominado por criterios y valoraciones propias del paradigma estético del hiperconsumo que actúa en detrimento del arte, de la praxis creativa y la ética como diálogo, como relatos, como lenguaje que, de alguna manera, configuran, significan y dan sentido a nuestras vidas de una manera que no es simple reproducción, sino creación que trasciende lo frívolo, lo efímero, lo trivial y lo transparente.


Dificultades de la estetización

Ante la estetización de nuestras vidas, una pregunta se me viene a la mente, ¿Cuál es nuestra postura ante la actual oleada de estetización presente en nuestra vida cotidiana? Esto tomando en cuenta que muchos artistas desde las diversas expresiones del arte y desde sus propuestas han pretendido dar brillo y de embellecer la realidad cotidiana, esto como una forma y manera de proporcionarnos un mundo mejor que habitar, sin embargo, esta concepción de la vida según Welsch Wolfgang es equivocada, ya que la estetización total da lugar a lo contrario: cuando todo es bello, ya nada lo es”. (pág.98).

A través de nuestras diversas experiencias vividas a diario somos fieles testigos de la enorme fatiga que en nuestra mente y en nuestra mirada produce ese espeso flujo de imágenes y espectáculos presentes en todas partes a donde vamos, según Lipoveztsky las calles comerciales, los centros turísticos, las tiendas de arte y artesanía ofrecen en todas partes los mismos artículos kitsch, la misma bisutería, las mismas estatuillas exóticas. Paralelamente, la actitud propiamente estética o contemplativa ha sido sustituida por un consumo de imágenes continuamente renovadas, que se miran menos, que se engullen a gran velocidad”. (pág.341). Esto nos lleva a pensar que dicha estetización marcada por el modelo de producción occidental nos introduce en un marasmo, a veces pornográfico que nos impide apreciar la profundidad del eros como belleza, como mundo y convierte el arte en algo superfluo.

La tecnociencia, la filosofía, la ética y el arte están vinculados a la vida cotidiana: la filosofía según su punto de vista crea su propia interpretación de los acontecimientos, la tecnociencia se aleja de lo subjetivos, de lo espiritual; la ética según su contexto centra su interés en las acciones y los actos humanos, para Duchamp “El arte es un camino que lleva a regiones en las que no rige el tiempo ni el espacio” en Félix Guattari. (pág. 186). En la actualidad lo estético en íntima relación con las redes sociales y las máquinas se ha posicionado como un valor trascendental y ha pasado a ocupar un lugar privilegiado en el accionar de nuestra vida cotidiana.

Por otra parte, los espacios de nuestra vida cotidiana están barruntados por el intercambio económico que se da en este, nuestro, mundo convertido en un mercado global definido por la oferta y la demanda donde los valores éticos y estéticos parecen claudicar ante la posibilidad del mundo del espectáculo, atravesado por los flujos electrónicos y dominado por los principios del mercado; es evidente en un mundo donde los valores están permeados por la lógica del mercado, estos se presentan al mundo como efímeros, frívolos e inestables. El espectáculo y el consumo son parte de las vivencias narcisistas de la sociedad actualm, del invite acelerado a la diversión. Las industrias culturales y el neuromarketing se encargan de crear necesidades ficticias, ofreciendo viajes, juegos, música, parques temáticos, todo esto nos sumerge en un conflicto entre dos realidades o tendencias: una virtual dominada por la tecnociencia la cual desde el punto de vista ético y estético apunta a la frivolidad y otra sólida que crea y mantiene vínculos de reconocimiento, de cuidado, de solidaridad con el otro y con el mundo. 


Técnica, deseo, humanismo, inhumanismo

Los humanos a diferencia de los demás pobladores del planeta, somos seres que existimos como posibilidad, que deseamos ser esto, aquello, o lo otro, somos seres que en nuestro existir no estamos hechos, no estamos definidos y determinados de una vez y para siempre, sino que tenemos que hacernos, tenemos que construirnos a cada momento, esto quiere decir que además de contemplar el mundo, de crear metáforas, de hacer teoría, de hacer ficción sobre lo que pasa y lo que nos pasa también somos capaces de producir utensilios, objetos, máquinas, en este sentido Ortega y Gasset apunta “El hombre quiera o no, tiene que hacerse así mismo, autofabricarse.... el hombre es la raíz misma de su esencia, se encuentra antes que en ninguna otra, en la situación de técnico.... El mundo la circunstancia se presenta desde el luego como primera materia y como posible máquina... el hombre se resuelve a buscar en él la máquina oculta que encierra para servir al hombre” (pág.52).

Vivimos en un mundo lleno de máquinas, hay mucha literatura sobre el hombre máquina, sobre el humano-robot, se nos ha comparado con las máquinas: he aquí una simbiosis entre lo humano y lo inhumano, entre la máquina y el hombre entre la supuesta decadencia del humanismo y el ascenso del inhumanismo el cual se manifiesta en el incremento en nuestra vida cotidiana de un número muy elevado de máquinas, del incremento de nuevas tecnologías, de la mutación de la información a la hiperinformación. Sobre estos quehaceres Chul Han nos dice “La máquina no es capaz de detenerse. A pesar de su enorme capacidad de cálculo, el ordenador es estúpido en cuanto le falta la capacidad de vacilación”. (pág 56). Vivimos en una cultura atosigada de ordenadores muy eficientes que nos hacen muy dependientes de ellos. El inhumanismo está con nosotros, convive con nuestros valores de supremacía occidental, forma parte de nuestros hacer y padecer, de lo que pasa y de lo que nos pasa, “El inhumanismo, según Sim Stuart, llama a una reconsideración de la significación de lo humano y a un realineamiento de nuestra relación con la tecnología... Cuanto más consideramos este punto, más nos vemos obligados a aceptar que el inhumanismo es hoy parte integral de nuestras vidas”. (pag. 25).

Parece ser que en la actualidad asistimos a un abandono del ser ético, de la poesía, del ser como creador de arte, del ser ecológico para dar paso al surgir y resurgir de las máquinas como esencia y como dominio de la historia occidental que se apoderan, seducen y manipulan nuestras vidas, en palabras de Heidegger “Si maquinación y vivencia son nombrados conjuntamente, ellos señalan una esencial pertenencia reciproca de ambos... La maquinación es la temprana, pero todavía largamente oculta inesencia de la entidad del ente". (pág. 114).


Arte y estetización en la vida cotidiana

¿Si todo es bello, si nuestro entorno y aquellos lugares y espacios que ocupamos están estéticamente embellecidos, entonces esto quiere decir que allí está presente el arte? O que, por el contrario, puede ser, que nuestros sentidos, nuestra mirada, nuestro inconsciente hayan sido manipulados, estimulados o excitados de manera intencional para que confundamos apariencia y realidad; ante esta situación de estetización de la vida cotidiana donde la belleza transparente, lo pulido, la exhibición absoluta, lo pornográfico se presenta como praxis creativa siempre vamos a encontrar “según Welsch Wolfgan... Artistas que se opongan con firmeza a la estetización. Estos artistas continúan creando obras de arte, difíciles y herméticas, que resisten su integración en el movimiento de estetización de lo cotidiano. De este modo se mantiene la alteridad del arte en un intenso de asegurar su supervivencia”. (pág. 98).

Lo bello tiene que ver con lo ético, con lo no igual, la armonía de lo bello cobra sentido en el desorden, en la ruptura, en la metáfora, en la contradicción, no en el orden y la armonía; esta concepción de lo bello y del arte se opone a la estetización como lo liso, lo pulido, el bótox. El espectador, el lector, el que escucha una pieza musical debería sentir, experimentar una experiencia desinteresada ante la presencia de lo bello mediada por la contemplación y no por la excitación. El arte como creación se diferencia de la estética del consumo que promueve el narcisismo, el individualismo, la felicidad paradógica.


Realidad, ética y estética

Como habitantes de este mundo que pasó de ser analógico a ser digital somos creadores de situaciones, de relatos de imágenes, de ficciones que nos vienen dadas en ese ejercicio propio de nuestra vida cotidiana que implica develar, comprender e interpretar el mundo posicionados en tres categorías indispensables para realizar este ejercicio: el pensamiento, la realidad y el lenguaje; entendiendo por realidad “el modo de ser de las cosas en cuanto existen fuera de la mente humana o independiente de ella”. Nicola Abbagnano. (Pág. 988).

Cuando relacionamos arte y realidad nos damos cuenta de que el arte estremece, esconde algo, cultiva el silencio, no grita, modifica, reconfigura; en cambio, el mundo estetizado el mundo de apariencia nos invita a vivir en el imperio de la belleza que en vez de producir un silencio contemplativo nos excita, nos emociona, nos invita a consumir, en cambio, la belleza en el arte es una finalidad en sí misma, es una finalidad sin fin. El arte nos invita a disfrutar de las cosas bellas, nos invita a llevar una vida contemplativa, reflexiva, no muy acelerada. El arte nos invita a la demora, a la contemplación en él está ausente el deseo.

En la actualidad lo bello como estetización está relacionado con el presente, con el consumo; lo bello artístico, al contrario, implica presente, pasado y futuro, tiene que ver con la memoria, con el recuerdo. En la actualidad muchas obras de arte están plenamente insertadas en el mercado, en el juego de la oferta y la demanda, el arte deja de tener un valor de culto, un valor simbólico, un valor expositivo para obtener un valor especulativo como valor supremo. La ametralladora de imágenes nos obliga a consumir impidiéndonos recordar, lo narrativo es cambiado por la información, nos olvidamos de la metáfora y afirmamos los datos. La belleza de una cosa solo se descubre más tarde a la luz de otra cosa como recuerdo, la belleza es el acontecimiento de una relación, tiene temporalidad, no es un disfrute inmediato, la belleza no cautiva de un solo golpe, no libra asaltos tempestuosos, se insinúa lentamente y se apodera de nosotros casi sin que nos demos cuenta.


Arte y vida cotidiana

Somos personas, seres que devenimos otros en nuestras prácticas sociales, que nos vamos constituyendo en nuestra prácticas éticas, ecológicas, estéticas entre otras; el arte divorciado la vida cotidiana pierde algo de sentido como expresión que alimenta el espíritu humano, como experiencia estética que de alguna manera nos ayuda a comprendernos mejor nuestro mundo y el mundo en general, en palabras de Gadamer “En cuanto que en el mundo nos encontramos con la obra de arte y en cada obra de arte nos encontramos con un mundo, este no es un universo extraño al que nos hubiera proyectado momentáneamente un encantamiento”. (pág. 138). Sin embargo hoy, en nuestro quehacer cotidiano, en nuestro afán de vivir instantes plenos de novedad, claudicamos ante las necesidades artificiales, ante los flujos invisibles, ante el placer comprado.

Valores como la verdad, la belleza, el bien, lo sagrado se enmascaran y se mimetizan bajo intereses oscuros dados por las industrias culturales, los medios de comunicación, el neoliberalismo, el mercado global, la política, las empresas transnacionales, el neuromarketing, el narcisismo, las imágenes y el mundo virtual; en la actualidad no nos preguntamos que debo hacer, sino que me conviene hacer y que puedo hacer: Nuestras formas y maneras de actuar cambian, nuestras costumbres, varían nuestros hábitos, nuestras acciones ante situaciones similares dadas en el tiempo y en la historia presentan variables y matices diferentes. Por eso insistimos en afirmar que el paradigma estético transversaliza la ética, la política, la cultura, el arte, la ecología y otros campos. Es eminente que si nos detenemos un momento y ponemos un poquito de atención en nuestro andar acelerado, en nuestro deambular acelerado, en nuestro mirar acelerado por este mundo que somos, nos daremos cuenta que siempre nos estamos tropezando con un creciente recubrimiento estético.


A modo de cierre abierto

Muchos creemos que la técnica ha influido en la producción de cierto arte y que este arte no expresa ese valor que llamamos belleza, no manifiesta esa finalidad sin fin que señalaba Kant, por el contrario, en este tipo de creación artística la apariencia se nos presenta más fiel que la realidad y asistimos entonces a una estetización de los valores donde reina la apariencia, los datos como verdad, como belleza, como religión, como bien supremo. Nuestro reto ante esta oleada de imágenes y de situaciones permeadas por el paradigma estético, por el imperio de lo igual, por el espectáculo, por la aceleración por la rapidez de adquirir y desechar cosas es en palabras de Massuh Victor, consiste en “Rescatar el alma de los valores con la intención de reconocer la verdad, el bien, la belleza y lo sagrado son metas últimas de la aspiración humana. Y que la captación de uno solo de ellos necesita del respaldo de los demás. Son inseparables. (pág. 111).


Evelio Salcedo

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