En búsqueda de experiencias sensibles en la tierra reseca…



Por Yrina Gutiérrez Peraza

Corrían mediados del año setenta cuando quien les narra arribó a Caracas. Llegaba literalmente de las zonas rurales, de la provincia a la Capital. Puedo recordar mi asombro. Cientos de vehículos circulaban por unas grandes calles, unos arriba y abajo, otros volaban y se perdían en el horizonte. En esa marejada frenética mis ojos se posaban en los anuncios multicolores, en las vallas…en las luces. Un país que se percibía a si mismo como cosmopolita, de sonidos y velocidad recibía a esta infanta que de San Juan de los Morros traía las memorias de los magos pulposos y de las tardes apacibles, del raspado, de los paseos cortos los domingos. Se consolidaron las nuevas memorias.

Así cambiante es el mundo que observamos. En un segundo gracias a la tecnología podemos ver imágenes de la antigua Roma y en un click pasar a la polinesia. Ambas experiencias con características propias, validas y de profundo valor simbólico para quien las experimenta.

La experiencia estética no se reduce solo al hecho contemplativo. La experiencia estética puede decirse que en la ultramodernidad es multiplural. Estamos sometidos a un bombardeo constante y permanente de estímulos sensoriales, luz, sonido, velocidad, olores y sabores...estamos conectados a un sinfín de sucesos en un segundo, los cuales por costumbre o por saturación pasan desapercibidos. Que un niño de tres años, que no conoce diez palabras interactúe con un teléfono inteligente y pueda activar varias funciones y desplazar las imágenes nos avizora un mundo nuevo. Una visión estética muy diferente a la tradicional.

José Antonio Marina, en su libro Crónicas de la ultramodernidad (1) nos dice que nuestra sociedad se enfrentan dos sistemas de creencias: la modernidad, basada en el pensamiento ilustrado, que se define por el culto a la razón y a la ciencia; y la postmodernidad, que identifica inteligencia con creación, y que no confía en la razón, ni en las verdades absolutas. Su característica principal es la capacidad de inventar posibilidades en la realidad. Es, por tanto, una inteligencia creadora que inventa fines, los evalúa, elabora proyectos y los ejecuta, una inteligencia encaminada a la acción. La visión Ultramoderna del mundo se construye en torno a la idea de Inteligencia Creadora. 

El hecho estético está inmerso también en estos sistemas de creencias. Seguimos manufacturando y reproduciendo imágenes aun a sabiendas que la inteligencia artificial puede superarnos en factura y resultados. Apostamos a la creación ante este infinito mundo de opciones e incorporamos tecnología y artesanía, acabados y error, ambos con la misma vehemencia. Este nuevo siglo que despliega sus alas parece decirnos que pese al origen de su elaboración todas las manifestaciones estéticas tienen cabida, todas son válidas.


1. Crónicas de la ultramodernidad. José Antonio Marina. Editorial Anagrama.

Pau Claris, 172. Año 2006. Barcelona. España.


El artista plástico sin duda es hijo de su tiempo y de su entorno. Este no se reduce a lo geográfico, a lo político o social. Arte y tecnología se han abrazado desde el principio como medio algunas veces y como fin en otras. La curiosidad de Leonardo y sus disecciones para sus dibujos anatómicos, la destreza de Durero y su técnica, la utilización de la tecnología por Jesús Soto y Cruz Diez para el desarrollo de sus obras e investigación son claros ejemplos de este acompañamiento entre el mundo sensible y el mundo tecnológico.


Así defino la investigación que he venido desarrollando. La conexión entre el mundo sensible y el medio tecnológico. Ambos en igual protagonismo, ambos con el propósito de excitación, de evidenciar el éxtasis estético comunicacional que vivimos, que nos mantiene inmersos en la vorágine de velocidad, color, luz, imagen y contenido.


Es nuestro tiempo. Las imágenes del teléfono inteligente por su proximidad desplazaron al televisor, al cine, al formato tradicional. El artista no es ajeno ni distante a esta realidad. En mi investigación a través de los Mix-Media convoco al espectador a sumergirse en la pantalla. A zambullirse en la imagen, a traspasar los límites con el objeto y a convertirse en imagen. A convertir su entorno, su proximidad en el medio estético, en medio plástico. A vivir y experimentar el éxtasis que deviene del color y las imágenes de la pantalla para construir su propia narrativa visual y metafórica, discursiva en el aquí y ahora a través de la proyección de espacios algunos reales otros imaginarios. A ampliar la experiencia estética.


Ha sido un proceso largo y con muchas interrogantes. Tan acostumbrados estamos a la visión bidimensional o tridimensional que consideramos agotada con ella la interacción con el otro. Pero el entorno cambia, el hecho tecnológico nos ha llevado a otros horizontes. Y el metaverso, la realidad virtual han fecundado el imaginario colectivo proponiendo realidades paralelas y experiencias llenas de una riqueza infinita. Se trata de construir mi lenguaje con los nuevos recursos…el color atmosférico manipulado por mi mirada de artista, el movimiento de las personas, la luz, los olores, el tacto, el dolor, la risa…todas ellas presentes en estas experiencias inmersivas.


No me ha bastado con contemplar el cielo y las estrellas, con representar ese cielo con color y volúmenes, con la reproducción de esa visión interna que invita al tercero. Esta vez se trata de sumergirlo y hacerlo participe de mi visión para llevarlo a nuevas narrativas. En este proceso poco

importa el objeto. Poque una vez despojado del valor simbólico el objeto estético es inerte y solo lleva en si la carga y el valor económico que otorga el sistema de las artes. Las experiencias inmersivas se llevan a casa, habitan los sueños, se rememoran. Se incorporan a los recuerdos, se hacen referencia. Ese es el mundo intangible, el mundo que como artista me habita y al que invito a través de mi investigación.


Caracas, agosto de 2024.

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